sábado, 20 de agosto de 2011

Divide et impera: una reflexión sobre los campos de concentración (II parte)

Continuamos en este segundo artículo sobre el funcionamiento de los campos de concentración (en la foto Bergen-Belsen). En cuanto a los criterios usados para la elección de las jerarquías internas entre prisioneros, la base era la clasificación racial nazi. Esta no era solo impuesta por los guardianes, sino asumida por los prisioneros, que ya la traían en sus mentes.

A las divisiones étnicas, visibles en la existencia o no (como en el caso de los pertenecientes al herrenvolk) de tatuajes, se añaden los colores de los triángulos, existiendo una lucha por el control entre los triángulos rojos (en principio, prisioneros políticos) y los triángulos verdes (en principio, prisioneros comunes), que eran los mejor preparados para asumir el control del campo por su experiencia vital previa: de organización en sus partidos o sindicatos, o en la cárcel y el mundo del hampa.

Además de la mencionada tradición imperial británica del artículo anterior, la estrategia política de fomentar la desconfianza y los miedos entre unos pueblos y otros es incluso anterior al nazismo, ya que formaba parte de la tradición política del Imperio Austro-húngaro, la patria originaria del Führer en la que nació, vivió y estudió sus primeros años -Paul Kennedy en Auge y caída de las grandes potencias-.

En realidad, lo que hicieron los nazis fue trasplantar a los campos de exterminio su propio sistema político, como dice el historiador británico Arnold Toynbee en La Europa de Hitler: “A lo largo de toda la Segunda guerra mundial, todos los miembros prominentes del comité de bárbaros de Hitler libraban una guerra más vigorosa contra sus adversarios del interior de Alemania que la que tenían para luchar contra británicos, rusos y americanos”.
Del mismo modo que el comandante de Auschwitz, Rudolf Höss, sabía que era más fácil controlar el campo cuanto mayor fuera la división y la lucha por el poder entre los prisioneros, Hitler “sabía por experiencia que la manera más segura de no verse devorado por su propia manada de lobos consistía en consentir que se devorasen unos a otros”.

¿Por qué se construyeron los campos de concentración? La respuesta en el tercer y último artículo.

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