viernes, 9 de septiembre de 2011

Muera la inteligencia


Muera la inteligencia” fue el grito que pronunció Millán Astray en la Universidad de Salamanca en julio de 1936, ante el horrorizado Unamuno, que estuvo a punto de ser asesinado por los legionarios tras la réplica que le dio al tuerto general.

La frase me recuerda a otra que pronunció un jerarca nazi (creo que Goebbels): “Cuando oigo hablar de cultura saco mi revolver”; ambas lanzadas allá por los difíciles años 30. La diferencia entre ambas realidades es que la segunda puede adscribirse a un momento concreto de la historia de Alemania, uno de los países tradicionalmente más cultos de Europa y con una participación destacada en la Ilustración y el Romanticismo. La primera, en cambio, podía haberse dicho en cualquier momento de la historia de España. Como por razones de extensión es imposible abarcarlos todos, me ceñiré a una realidad concreta: la Inquisición.

La idea generalizada es que el Santo Oficio se dedicaba a perseguir brujas. Pero la fama que tienen los procesos de brujería de Zugarramurdi es debida a la excepcionalidad de los mismos. Las brujas solían ser personajes marginales de la sociedad, sin relevancia social y sin dinero (muy importante, porque los acusados pagaban los juicios…y a sus jueces). A diferencia de los países protestantes, en España no eran tan condenables los comportamientos antisociales individuales (como en los países protestantes) como las opiniones, la herejía (al revés que en esos países). Además de otras cosas, la Inquisición era, sobre todo, una especie de policía cultural. Y muy eficaz…

Cuando en España ya no quedaban herejes, ni judaizantes, y cuando las guerras de religión eran ya cosa del pasado en Europa, la Inquisición se dedicó a perseguir en una fecha tan tardía como el siglo XVIII (por la misma época en que triunfaban las revoluciones americana y francesa) a los ilustrados como al ministro Olavide, que cometió la osadía de intentar reformar la Universidad española para dotarla de contenidos más científicos (nada de matemáticas, ni física, ni…) y menos escolásticos. Fue detenido en 1776 y condenado en 1778. Fue suprimida oficialmente en 1824, pero durante algunos años funcionaron de manera más o menos “alegal” una especie de Juntas de Fe creadas por obispos.

Lo peor de la realidad de esta institución es que funcionaba con el aplauso de la población. Cuando le preguntaron a Carlos III porque no la suprimía contestó: “a los españoles les encanta y a mí no me molesta”.

Aplastando el pensamiento con el aplauso de la población...menos mal que los tiempos han cambiado...¿o no?

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