sábado, 13 de agosto de 2011

Divide et impera: una reflexión sobre los campos de concentración (I parte)


En un viaje al campo de concentración de Terecín, en la República Checa (al que pertenece la foto) no pude menos que hacerme esta pregunta: ¿Cómo pudieron tan pocos controlar a tantos?

Mucho se ha escrito sobre el funcionamiento de los campos de concentración en la Alemania nazi sobre todo en sus aspectos más morbosos y truculentos. También es habitual la presentación del fenómeno de los campos con una estricta división entre prisioneros por un lado y verdugos por otro. Pero es la existencia de diferentes categorías de prisioneros dentro de los campos de exterminio lo que permitió el que un número muy pequeño de guardianes controlara a una masa increíblemente superior en número, de manera que el sistema prácticamente funcionara solo y como esta estratificación es extrapolable a la realidad social –y lo que es más importante mental - existente más allá de los campos.

Repito que hay tanta información sobre los campos de concentración que no me interesa contar más de lo mismo. Me interesa hacer notar más bien aquellas semejanzas que estos campos tenían con el resto del mundo.

El egoísmo y la atomización insolidaria entre prisioneros ya han sido explicados, entre otros autores, por la catedrática de Antropología Moreno Feliú: divisiones étnicas, políticas, entre “veteranos” y “novatos”… ¿De dónde viene esta tradición?

En primer lugar, y aunque pueda sonar irónico, de la tradición imperial británica, experta en asegurar su dominio enfrentando unos pueblos con otros. Este era el modo en el que Gran Bretaña controlaba su vasto Imperio con un número muy bajo de soldados. La admiración de Hitler por la manera en que Inglaterra llevaba “la carga del hombre blanco” - en palabras de Rudyard Kipling - en Asia era de sobra conocida, y fue el mantenimiento de un subcontinente como la India con únicamente unos 50.000 soldados el que animó a Hitler a intentar algo parecido en el Este, habitado por eslavos untermenschen supuestamente fáciles de dominar.

En el próximo artículo seguiremos con este estudio antropológico sobre el uso de la división y enfrentamiento entre los prisioneros en los campos de exterminio nazis. -->

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Hombre, Terezin! Allí me recomendaste ir en vez de a la puñetera ciudad valneario, gran idea de nuestra agencia de viajes. Prometen estas reflexiones. Del funcionamiento de los campos aprendí leyendo SI ESTO ES UN HOMBRE, de Primo Levi, documento de primera mano en el que se explica muy bien ese sitema de capos y cómo lograron los nazis que los prisioneros se vieran como enemigos. Es muy interesante lo de los números de identificación, que marcaba la antigüedad del prisionero en el campo. A más antigüedad, claro, más respeto. Los más recientes, pasto del abuso y del robo por parte de los otros prisioneros.

Javier.