Así que sus amigos escritores, con los que se relacionaba de forma epistolar, como era habitual en el amado por el reaccionario Lovecraft siglo XVIII, se adhirieron a su inventada mitología. De este modo se fueron añadiendo más ídolos, más lugares malditos, más libros de saberes prohibidos… interrelacionados entre sí.
El propio Lovecraft participó con entusiasmo en este juego y sus propios amigos fueron apareciendo en sus relatos. August Derleth fue convertido en el conde D`Erlette, autor de uno de los libros malditos Cultes des goules, Frank Belnap Long en Belknapius o Robert Bloch como Robert Blake, ocultista víctima de su propia magia… De esta manera, “La llamada de Cthulhu” inauguró un nuevo mundo mitológico coherente en sí mismo.
El catalizador de este nuevo universo, es la personalidad de Lovecraft, su angustia y la expresión onírica de esta angustia.
A principios del siglo XX, el habitual cuento de terror gótico estaba ya agotado. Los castillos, los cementerios, las iglesias abandonadas, los espíritus…no causaban ya ninguna impresión.
Así que en su lugar aparecerán oscuros saberes científicos olvidados, ruinas de antigüedad indescriptible donde se celebraron ritos espantosos quizás talladas por manos no humanas, hostiles inteligencias alienígenas…
Pero como hemos dicho, fue la compleja personalidad de Lovecraft el germen de los Mitos de Cthulu.
La educación puritana a la que fue sometido por su absorbente madre, unido a una timidez natural, desarrolló en Lovecraft una fuerte misantropía, que solo superaba con sus amigos más directos. Esta misantropía es uno de los puntos más relevantes de su personalidad y que más plasmó en sus relatos.
El miedo a los extraños, a todo lo diferente, quedó reflejado en su literatura.
En una conocida anécdota, nos cuenta como una vez que se encontraba en un suburbio de Nueva York caminaba por el centro de la calzada para no rozar –palabras textuales- “aquella horda italo-semítico-mongoloide”. Decía que era “sencillamente incapaz de contemplar seres anormales sin sentir náuseas físicas”. No es difícil averiguar de donde sacaba sus visiones de espantosos monstruos híbridos que amenazaban con destruir la Humanidad.
"Tenían todos un color gris verdoso, con el vientre blanquecino. La mayoría eran de piel reluciente y resbaladiza, y sus dorsos jorobados estaban cubiertos de escamas"
A pesar de esto, no llegó a militar en ninguna de las organizaciones nazis que proliferaban por los años 30. Su madre siempre le insistió en que eran de estirpe británica y por tanto, superiores. Pero Lovecraft era perfectamente consciente del ambiente obsesivo, cerrado y malsano en el que se había criado.
Las familias anglosajonas aisladas y empobrecidas de sus relatos, incluso degeneradas física y psíquicamente por la consanguiniedad y orgullosos de un pasado que ya no existe, son el reflejo de su propio mundo. Para Lovecraft, el Puritanismo era el apogeo del Mal.
Además de su rechazo a los extraños, los que muestra su obra de forma repetitiva es su aversión al mar. Según su amigo y también escritor Wandrei, por una intoxicación de pescado cuando era niño. Sea cual fuere la razón, la proximidad al mar es motivo de desasosiego, así es como describe la ciudad portuaria y maldita de Innsmouth Lovecraft:
"Además del hedor a pescado que era general en todo el pueblo, reinaba allí dentro una atmósfera de humedad estancada, lo que me sugería inevitablemente emanaciones de putrefacción y de muerte”
Esta puede ser la razón por la que de todos los Primordiales, el más temido por Lovecraft y el que da nombre a todos los Mitos es Cthulhu, por su carácter acuático. Aunque personalmente, me parece mucho más inquietante Nyarlathotep. Pero de los dioses del Panteón lovecraftiano hablaremos en el siguiente artículo.
Los mitos de Cthulhu (I). Homenaje a Lovecraft
Los mitos de Cthulhu (III). Homenaje a Lovecraft
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